
El teléfono dejó de sonar...
Me empecé a comer los pimientos... Una de las naves, después de entrar en mi boca, explotó y esparció todo su combustible por mi paladar originándome un escozor de 3 pares de “Cojones Estelares” y 700 “Megaovarios Plutónicos”. En ese momento me di cuenta de la dificultad de mi misión. Todavía quedaban 5 pimientos y mi paladar no aguantaría una nueva explosión. Cambié de estrategia y primero me comí las yemas menguando ligeramente el escozor de mi garganta y creando dos cráteres donde coloqué las 5 naves después de extraerles el “Rabillo-Propulsor” para que la masticación final fuese más llevadera... Enrollé la “Placa Calcárea” y lo puse todo en la superficie de una rebanada de pan integral de cereales con pasas, una plataforma perfectamente acolchada para transportar pimientos. Lo cubrí todo con dos láminas de beicon, que ayudaron a dar solidez al transbordador, y el pisto manchego, que resultó ser una sustancia que protegía contra las partículas de aceite de la atmósfera absorbiéndolas al menor contacto...
Algunas pepitas no pudieron aguantar la presión de la atmósfera y perecieron antes de llegar a la zona bucal cayendo al vacío... Abrí la boca lo mas que pude y me metí todo el “Convoy” en el interior masticando como una bestia hasta lograr tragármelo todo en un tiempo récord... 1 minuto y 47 segundos aproximadamente. El anterior récord lo tenía un japonés con 1’ 59” pero sin pisto... La verdad es que estaba riquísimo...
Volvió a sonar el teléfono...
Dejó de sonar...
Bebí un poco de vino... Para entonces ya se había montado una fiesta en mi estómago... Sentí un placer inmenso.
Volvió a sonar el teléfono...
Parece evidente que aquel día no estaba para nadie.
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