lunes, 13 de octubre de 2014

Vapuleada por el pasado por Manuel Shevchenko


Último capitulo

Suena el timbre de la puerta…

Teodora se sobresalta… ¿quién puede ser?... Hace años que no recibe visitas desde que se instaló en esta isla perdida del Océano Pacífico huyendo de su último exmarido… Un lugar donde los aborígenes aún cazan a garrotazos y la ignoran por miedo a una antigua profecía que anunciaba la llegada de una vieja bruja que hechizaría a todo aquel que la mirara a los ojos, sometiéndoles a terribles torturas, y obligándoles a ser esclavos en su propia isla…Teodora ha conseguido encontrar la paz en este lugar por primera vez en su vida… pero sus desdichas aún no han terminado…

Vuelve a sonar el timbre…

Hoy es su cumpleaños… a pesar de eso, no espera a nadie… ¿quién será?... Un extraño presentimiento ronda por su cabeza… Comienza a ponerse nerviosa… (Todo lo nerviosa que puede ponerse una mujer de 85 años con reuma y problemas cervicales)… Se acerca a la puerta excitada…  (Todo lo excitada que puede estar una mujer mayor con insuficiencia renal y falta de calcio en los huesos)… Agarra el pomo de la puerta con decisión… (Con toda la decisión que puede tener una anciana con luxación de cadera y principio de Alzheimer)… Gira lentamente el pomo de la puerta... la emoción recorre su cuerpo… ¿Y si fuera verdad lo que ella imagina?... ¿y si su último exmarido la ha encontrado?…  Abre la puerta dispuesta a enfrentarse con su destino… Ahí está… Es él… Pertinaz Warrior, con sus 97 años recién cumplidos… aguantándose a duras penas con sus dos muletas de aleación de acero y titanio…

-Hola, Teodora, por fin te he encontrado… -dice Pertinaz.
-Hola Pertinaz, por fin te he encontrado… -dice Teodora.
-No, yo te he encontrado a ti…
-No estés tan seguro de eso… Estás aquí gracias a mí… ¿recuerdas la última vez que nos vimos?... ¿cuándo me encontraste en el oasis de aquel desierto e intentaste hacerme sentir culpable de nuestra separación por enésima vez?... Te dije que vendría aquí… y que te estaría esperando… ¿te acuerdas?
-No.
-Yo tampoco.
-¿Has venido a matarme, Teodora?
-Eres tú quién ha venido a matarme, Pertinaz…
-Oh, sí, claro… supongo… si tú lo dices… bueno, si quieres que te diga la verdad… no me acuerdo… Esta mañana he cogido un barco al azar y me ha dejado en esta isla… En realidad, solo venía a curiosear… por si podía alojarme unos días por aquí… los pescadores me han dicho que viniera a preguntar…
 -¿Te crees que soy idiota?... En cuanto me de la vuelta me clavarás un cuchillo en la espalda… como si lo viera…
-No tengo cuchillo.
-¿Y eso que llevas en la mano que es?
-Oh, no me había dado cuenta…

Pertinaz levanta la mano derecha agarrando el cuchillo con determinación… (Con toda la determinación que puede tener un anciano de 97 años con muletas)… y lanza su puñalada hacia el pecho de Teodora… Por suerte,  los 25 segundos que tarda en llegar el filo del cuchillo a su pecho le permiten esquivarlo, pero no puede evitar caer fulminantemente víctima de los vértigos que padece desde hace dos años… Teodora queda tumbada en el suelo… boca arriba… indefensa... no podrá levantarse… Pertinaz se acerca… lenta pero peligrosamente…

-He esperado este momento durante lustros… Desde que el juez dictó sentencia obligándome a pagarte una pensión por unos hijos que ni siquiera podía visitar… Si supieses lo que duele pagarle una pensión a una persona que te odia… ver tu cuenta del banco mancillada cada mes… Era como una puñalada… como la que vas a recibir ahora… maldita bruja…

Víctima de su propia exaltación, Pertinaz resbala y cae al suelo… rompiéndose la nariz… y queda tumbado… boca abajo…  indefenso… No podrá levantarse… A los dos ancianos solo les separan unos centímetros… Teodora tiene que pensar aceleradamente… pero eso es imposible… su edad no se lo permite… Ninguno de los dos dice nada… y se produce un profundo silencio… Pasan diez minutos… media hora… dos horas… Teodora no sabe que tiene que hacer… quizá ha perdido la batalla en el último instante… teme que Pertinaz se acerque lentamente… muy lentamente… y le clave el cuchillo… Pero pasan dos horas más, y no ocurre nada…

En el exterior, el sol lanza sus últimos destellos y la luna llena hace su aparición iluminando el patético escenario… Los dos ancianos quedan dormidos plácidamente… como una pareja de recién casados después de una noche de pasión…

Teodora despierta de madrugada sobresaltada por unos cantos tribales… Como cada año, los aborígenes celebran el final del solsticio de verano con una gran fiesta en la playa… cientos de tambores sonando al unísono interpretan la Danza de la Luciérnaga… Teodora intenta recuperar sus pensamientos… los que tenía antes de quedarse dormida... no recuerda muy bien cuales eran… ¿Qué ha pasado?... ¿qué hago en el suelo?... Ah, sí… ¡Pertinaz!… ¿dónde está?... Intenta mirar a su alrededor, pero no puede girar más el cuello… su artrosis se lo impide… aún así, es capaz de percibir la silueta de su exmarido tumbado a su lado… boca abajo… y, en ese momento, escucha la debilitada voz de Pertinaz…

-¿Qué haaago… aaaquí?
-Has venido a matarme, Pertinaz.
-Pueees no me acuuueerdo… ¿y tú quiééén eres?
-Teodora, tu exmujer… ¿recuerdas?
-No.
-Sí, hombre… ayer, cuando llegaste,  llevabas un cuchillo en la mano… me lo querías clavar, pero tropezaste y te caíste al suelo…
-¿Un cuuuchillo?... y… ¿dónde eeestá?
-Pues, lo debes de tener en… ¡Ey!... Me quieres engañar otra vez haciéndote el desmemoriado… ese truco ya lo usaste hace años cuando me encontraste en el desierto… No encuentras el cuchillo y quieres saber donde está… ¡Maldito seas!

Mientras hablaban, Pertinaz, disimuladamente, iba palpando el suelo en busca de su cuchillo… Teodora se da cuenta, y también empieza a buscarlo desesperadamente… Los dos a ciegas…  ¿Quién llegará a encontrarlo primero?... La vida y la muerte pendientes de un hilo… Teodora se sofoca… la tensión aumenta…  si tuviera aquí sus pastillas para la tensión… pero, no, están en una cajita de mimbre en el baño… Pertinaz emite gruñidos inquietantes… debería tomarse los ansiolíticos que le recetó el psiquiatra… Es una lucha titánica… (Todo lo titánica que puede ser una lucha en estas circunstancias)…

-… Te maaataré, Teooodora… Eeencontraaaré… el cuuuchi… llo y te maaa… taré…

Pasan unos minutos interminables en busca del cuchillo, mientras se escucha el infernal ritmo de los tambores en la lejanía… Sus brazos se mueven de un lado a otro hasta que sus manos se tocan… Teodora nota entre sus dedos una humedad espesa…Es la humedad de un gran charco de sangre que rodea sus cuerpos… y de pronto, se da cuenta de lo que eso significa… Pertinaz se ha clavado su propio cuchillo al caer y, poco a poco, ha ido desangrándose y perdiendo las pocas fuerzas que le quedaban…

-Se acabó, Pertinaz… no sigas buscando… lo tienes clavado en tu pecho…
-Aaargff… -Es el último sonido que sale de su boca…

Por fin, Teodora puede respirar tranquila a pesar del asma… Todo acabó… el cadáver de su último exmarido yace a su lado… Es un final agridulce… Ella sabe que nunca más podrá levantarse… Ni siquiera intentará pedir ayuda… El sonido de los tambores aplacarían sus gritos… y, aunque alguien la escuchara, nadie se acercaría a la casa de una bruja… A pesar de todo, se siente satisfecha… Relaja todos los músculos de su cuerpo, vuelve a mirar de reojo la silueta de su exmarido y hace un repaso mental a su vida… A sus aventuras de los últimos años… A todos los contratiempos y peligros contra los que ha tenido que luchar… Tener que matar a sus quince exmaridos ha sido un trabajo duro… el sentido de casi toda su vida… se siente orgullosa… Ha sido una mujer fuerte… Lo único que lamenta… es su falta de acierto a la hora de escoger pareja.

Esa es una pregunta para la que no tiene respuesta.

Fin


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