martes, 13 de enero de 2015

Agnes Biutiful

Ayer, casualmente, me encontré con mi amigo Raymond al salir del trabajo… Nos sentamos a tomar un café en una terraza y le comenté lo de mi novela…

—Estoy escribiendo una novela… —le dije, ilusionada.
—¡Qué dices!... ¡Qué alegría!... Me encantaría leerla… —dijo (y se
notaba que lo decía de veras… no como esas personas que lo dicen por decir… Raymond es muy sincero).
—Uy, no sé, me siento muy insegura… Es mi primera novela… —le contesté.
—Como quieras… pero siempre va bien que alguien te dé su opinión… Cuando uno hace una cosa así, se encierra en sí mismo y puede ser muy autocomplaciente… Se perdona cosas que a otro no le perdonaría, por ejemplo… o se vuelve un poco huraño… le molesta cualquier crítica por pequeña que sea… porque le coges cariño a tu obra, a tus personajes y ves la crítica como una ofensa personal… Es algo habitual… Hasta puedes llegar a perder el sentido de la realidad… lo de la inseguridad suele ser una excusa.

(Se notaba que eso también lo decía de veras… A veces me gustaría que no fuese tan directo).

—Parece que sabes mucho del tema —le dije.
—Tengo amigos escritores con los que me gusta discutir sobre ese tipo de cosas… Disculpa, igual he sido demasiado directo.
—No, no te preocupes… quizá tengas razón… puede que me pase algo de eso que dices… pero a mí me da cierto pudor… y no creo que sea una excusa…
—Lástima, porque me encantaría echarle un vistazo… Prometo ser constructivo… vengaaa… vaaa… déjame leerla…

Lo he visto tan emocionado, con unos ojos tan vivarachos, con una sonrisa tan sincera y transmitiéndome una ilusión tan grande… que pensé que estaba actuando… Pero, aun así, le he dicho…

—Está bien… pásate por casa una noche y te la enseño… —Creo que lo he dicho por decir… debí haberme callado.








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