miércoles, 11 de febrero de 2015

Las croquetas de pollo

Aquel día tenía hambre, como todos los días. Tenía croquetas. Croquetas de pollo. Congeladas, sí, pero croquetas. Llevaban saborizantes, antioxidantes y un montón de estabilizantes E-nosequantos, es cierto…. Pero unas croquetas siempre son unas croquetas. Ya, ya sé, las croquetas de tu abuela. Tienes razón, como esas no hay ninguna. Pero el hecho de poder agarrar una croqueta recién frita, llevársela a la boca, morderla suavemente y descubrir el sabor cremoso que guardaba como un tesoro escondido en su interior, puede llegar a ser algo místico (siempre que vayas con cuidado y no te quemes la lengua)…

Pues eso, que me hice las croquetas. Se me quemaron un poco porque no acababan de descongelarse del todo mientras se freían. Después las probé y me llevé una gran decepción: no sabían a nada (ni a pollo ni a nada), el rebozado era demasiado grueso, la supuesta cremosidad que debía contener en su interior estaba reseca y, encima, casi me quemo la lengua.

Toda mi teoría sobre las croquetas se fue a la mierda.

De todas maneras, me las comí… Decepcionado por las croquetas, volví a mi escritorio a seguir con una nueva novela que estoy escribiendo. Se titula El extraño caso del Dr. Sanguijuela. Es una historia policiaca de vampiros, con pequeñas pinceladas de humor negro. Sucede en los años 50, en un pueblo de la costa este de Estados Unidos (así quedará más internacional), donde todos sus habitantes aparecen una mañana con un mordisco de vampiro en el cuello. Todos menos el Dr. Sanguijuela... El protagonista, el jefe de policía John Cazzurro, después de unas cuantas semanas de investigaciones, todavía no sospecha de nadie. Pero todos los vecinos le insisten. Todos tienen claro que el Dr. Sanguijuela tiene algo que ver. Todos menos John Cazzurro. La idea es que, durante la novela, los vecinos vayan suministrando pistas al policía para que llegue a la conclusión de que tiene que investigar a Sanguijuela. Pero eso no sucede. Porque Cazzurro es muy estricto con las leyes y no puede acusar a nadie sin pruebas convincentes. Por eso espera a que todo el estado, todo el país, la humanidad entera amanezca con un mordisco de vampiro. Entonces sí, entonces descubre que Sanguijuela es el culpable. Pero de pronto cae en la cuenta de que no, que aún no lo tiene todo atado. Alguien más podría ser el culpable… Él mismo. La única persona en la tierra que no ha sido mordida todavía… El duelo final tiene que ser apoteósico: Cazzurro interrogando a Sanguijuela en la comisaria…

-¿Eres tú el que muerde a la gente?
-No –contesta Sanguijuela
-Entonces, ¿Crees que puedo ser yo?
-Sí, posiblemente.

De repente, Cazzurro se abalanza sobre Sanguijuela y le pega un mordisco, dejándole toda la dentadura marcada en el cuello y arrancándole un cacho de carne. Se incorpora bruscamente con la boca ensangrentada, se dirige al balcón aullando como un lobo y, dirigiéndose a los vecinos que estaban reunidos en la calle esperando ansiosos la resolución del caso, grita, “¡Soy un genio! ¡Me descubrí! ¡El culpable soy yo!”…  Los vecinos, después de quedarse atónitos unos segundos, se dan la vuelta y empiezan a caminar lentamente, tristes y cabizbajos, hacia sus hogares, deseando que lleguen pronto las próximas elecciones a jefe de policía…

Así acabará la novela. Dejaré el final abierto para una posible segunda parte. Pero todavía voy por la mitad. Ahora estoy en el capítulo en que los vecinos envían una nueva pista a Cazzurro. Un sobre anónimo con fotos donde se puede ver una cripta y al Dr. Sanguijuela saliendo de un ataúd entre tenebrosas telarañas.

Creo que la decepción con las croquetas me afectó a la hora de continuar escribiendo. Porque no se me ocurrió nada aquel día. Las decepciones son así. Me refiero a que te decepcionas y no hay quién te “desdecepcione”. Se queda la decepción ahí, anclada en tu parte del cerebro donde almacenas decepciones… “¡Menuda mierda de croquetas!”, pensé.

No pude quitarme el tema de las croquetas en todo el día. Hiciese lo que hiciese solo pensaba en aquellas insípidas croquetas. Pensé en enviar una carta al fabricante para decirles la decepción que tuve con sus croquetas. Busqué el envase en el cubo de basura y mire la dirección de correo electrónico.

Aquella noche les escribí…

Señores fabricantes de croquetas:

Siento comunicarles que sus croquetas me han decepcionado espectacularmente. Cuando leí en el envase, “Sabor casero” y vi la imagen de una abuelita con su delantal a cuadros cocinando artesanalmente sus croquetas en una antigua cocina de leña, me dije a mi mismo que aquellas croquetas tenían que estar buenas. Me convencieron de que era así. Y de que valía la pena pagar el dinero que se pedía por ellas (aunque aquel día estuviesen de oferta). A mí me encantan las croquetas. Las adoro. Comería croquetas todo el día. Soy un “supertragacroquetas”. Por eso quería decirles que no se puede ir por ahí decepcionando a los fans de las croquetas. Eso es un ultraje. ¿Dónde estaba el pollo? ¿Dónde la cremosa bechamel? ¿Dónde estaba el sabor casero? Si supiesen la magnitud de mi decepción al morder la croqueta y comprobar su insípido sabor comprenderían el alcance de mis palabras. Más de 24 horas sin poder trabajar. No pude escribir ni una sola línea de mi novela. Decepcionado por sus croquetas. Sus croquetas me marcaron, dejaron huella en mi estado de ánimo. Perturbaron mi mente. Por eso le he pedido a mi abogado que ponga una demanda judicial por malos tratos al consumidor. De una cuantía de no menos de 2.000.000 de euros.

Atentamente,

A la semana siguiente llegó un paquete a casa. Era una caja con 54 bolsas de croquetas congeladas de 750 gr. de sabores variados. De pollo, de jamón, de setas, de queso, de champiñones… Venía acompañada de una nota…

Sr. Cliente,

Espero que este regalo le baste para mitigar su decepción con nuestras croquetas.

Hemos pillado la indirecta. Es usted muy gracioso.

Gracias por confiar en nosotros.

Atentamente,

Llené el congelador con las todas las bolsas de croquetas que pude y compartí las restantes con los vecinos. Llevo más de dos meses comiendo croquetas congeladas.

Cuando te acostumbras, no están tan mal.



Ilustración: Aniola Guilera

6 comentarios:

  1. hooooooooombre, buenísimo...jajajaja...

    ¿sabes?, hace un tiempo con unos muy buenos amigos madrileños nos fuimos a dar una vueltecica por la Sierra.

    Nos llevaron a tomarnos unas croquetas, a cual especialidad más deliciosa...y...unas con acento propio, las de cabrales.

    Así, que hace unos días, me cae entre manos una cachico cabrales, y se instala en mi área cerebral culinaria, una idea monotema: "como hacer las croquetas de cabrales".

    Tal que veo que eres un gran amante de las croquetas, la pregunta obligada es: ¿tienes la receta de las croquetas de cabrales?

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  2. Respuestas
    1. Hecho, las hago y practico.

      La próxima vez que vengas por Terrassa, ya sea con Esterminio, ya sea con los amigos de Sam Sam, te llevamos unas cuanticas (en aragonés que no científico).

      Salud

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  3. Gracias! Esperaré el momentico con ansia! Salud!
    (Mira, coincide que mañana estoy en Zaragoza)

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  4. Habia hecho un gran comentario, me tarde 30 minutos de mi trabajo desarrollandola, queria sonar genial y muy culto, pero no habia iniciado sección en google, asi que todo se fue al carajo, en fin, disfrute la lectura de principio a fin....

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