—Tenemos… que… entregarnos —A Saúl le
temblaba la voz.
—¡Eres un cobarde! Dijiste que me
querías, que me seguirías hasta el final, ¿recuerdas? —dijo Amanda, mientras
recargaba su revólver.
—Sí, pero… no pensé que…
—«Haría lo que fuera por ti», eso me
dijiste mientras follábamos en el motel.
—Pero… hablábamos de… un robo… no de... —Saúl
sudaba como un cerdo.
—No he tenido más remedio.
—¿No has tenido más remedio que matar a
toda esta familia?... Te dieron la combinación de la caja… Te rogaron que no
los mataras… ¿Por qué lo has hecho?
—No soporto a los cobardes —dijo Amanda,
apuntando a la cabeza de Saúl.
En el exterior, la policía asediaba la
casa desde el amanecer. Expectante.
Sonó un disparo.
Y después otro.
—Me debes 20 pavos, Murray —dijo un
policía.
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