domingo, 5 de diciembre de 2010

Los huevos fritos


Aquel día tenía hambre, como todos los días. Estaba haciéndome unos huevos fritos con beicon, pimientos de Padrón y un poco de pisto manchego que había sobrado del día anterior cuando sonó el teléfono. Justo cuando me disponía a mojar el pan en una de las yemas. Creo que era la yema del huevo de la derecha porque recuerdo que me fijé en el aceitillo del beicon que caía como la lava de un volcán alrededor de una isla y eso me creó una secreción de saliva importante. Mi cerebro me decía “moja” y yo mojé, mojé de una forma casi ceremonial, como el que inaugura un pantano. “Queda inaugurada la desaparición de este huevo frito (el de la derecha)” y apreté suavemente con un trocito de pan de molde con cereales y frutos secos hasta que se produjo la suave explosión de la yema ¡Pacss! El líquido se fue esparciendo por el pan, por el beicon, tiñendo el tomate del pisto de un color naranja galáctico y mezclándose con el aceite y los pimientos. Me quedé mirando el recorrido con el trocito de pan en la mano y el teléfono sonando. Imaginé que el timbre del teléfono era una alarma y el trocito de pan un helicóptero XR-Trigo de salvamento que tenía que rescatar a los pimientos del padrón, unas naves tripuladas por unos seres diminutos del planeta “Pephitax” que habían aterrizado en el sitio equivocado, el planeta “Platosh”, un lugar con una atmósfera aceitosa irrespirable. Tenía que intentar rescatarlos antes de que quedaran atrapados por ese liquido amarillo corrosivo e inflamable, que expuesto a temperatura ambiente se solidificaba atrapando a sus víctimas de forma implacable...

El teléfono dejó de sonar... 

Me empecé a comer los pimientos... Una de las naves, después de entrar en mi boca, explotó y esparció todo su combustible por mi paladar originándome un escozor de 3 pares de “Cojones Estelares” y 700 “Megaovarios Plutónicos”. En ese momento me di cuenta de la dificultad de mi misión. Todavía quedaban 5 pimientos y mi paladar no aguantaría una nueva explosión. Cambié de estrategia y primero me comí las yemas menguando ligeramente el escozor de mi garganta y creando dos cráteres donde coloqué las 5 naves después de extraerles el “Rabillo-Propulsor” para que la masticación final fuese más llevadera... Enrollé la “Placa Calcárea” y lo puse todo en la superficie de una rebanada de pan integral de cereales con pasas, una plataforma perfectamente acolchada para transportar pimientos. Lo cubrí todo con dos láminas de beicon, que ayudaron a dar solidez al transbordador, y el pisto manchego, que resultó ser una sustancia que protegía contra las partículas de aceite de la atmósfera absorbiéndolas al menor contacto...

Algunas pepitas no pudieron aguantar la presión de la atmósfera y perecieron antes de llegar a la zona bucal cayendo al vacío... Abrí la boca lo mas que pude y me metí todo el “Convoy” en el interior masticando como una bestia hasta lograr tragármelo todo en un tiempo récord... 1 minuto y 47 segundos aproximadamente. El anterior récord lo tenía un japonés con 1’ 59” pero sin pisto... La verdad es que estaba riquísimo... 

Volvió a sonar el teléfono... 

Dejó de sonar...

Bebí un poco de vino... Para entonces ya se había montado una fiesta en mi estómago... Sentí un placer inmenso.

Volvió a sonar el teléfono... 

Parece evidente que aquel día no estaba para nadie.

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