Hola, soy un grano de arena. En estos
momentos formo parte de una gran playa de la Costa Brava y creo que estaré aquí
por mucho tiempo. Un fuerte temporal me empujó hacia el interior y me quedé enganchado
dentro de un caparazón de caracol abandonado. Por suerte, a los pocos días,
llegó una pareja de caracoles. Uno de ellos se había quedado sin cascarón y
ocupó el mío después de limpiarlo minuciosamente. Así pude salir de allí y
liberarme de mi encierro.
Entonces me di cuenta de que estaba cerca de uno de esos chiringuitos en donde hacen paellas con
huesos de pollo, bigotes de gamba, cáscaras de almeja y algún que otro mejillón
(normalmente con un aspecto deplorable). También hacen sangrías con vino
peleón, limonada, corteza de naranja y licores al azar. Parece ser que cada
camarero tiene su fórmula secreta y siempre discuten sobre cuál es la auténtica
mientras el cliente es el que sufre las consecuencias de las barbaridades que
llegan a poner en la puñetera sangría (más de uno ha vomitado la paella antes
de llegar al postre).
Bueno, como decía, creo que voy a
estar mucho tiempo por aquí, a no ser que logre meterme en la zapatilla de
algún bañista o venga otro temporal y me lleve de nuevo al mar o algún niño se
decida a trasladar arena con su cubo y su pala… o alguien ponga su toalla
mojada encima de mí y logre engancharme… Como aquella vez que acabé en la
toalla de un japonés... Al día siguiente estaba en Tokio, metido en su lavadora
dando vueltas como un gilipollas. Estuve dos meses en el filtro del desagüe,
que estaba hecho un asco (hasta había un trozo de carne y una moneda de 5 yenes
mezclados con hilachos de algodón y lycra). Por fin se decidieron a limpiarlo
poniéndolo debajo del grifo y, después de un largo viaje por las alcantarillas,
caí al océano Pacífico... y las mareas me fueron empujando hasta las costas de
Hawái. ¡Menudo viajecito!
No os creáis que fueron un par de días;
la vida de un grano de arena es tan larga que un año nos parece una semana. Yo
conozco a un grano de arena que tiene 300.000 años, claro que cada vez es más
pequeño, hoy en día debe de ser microscópico. Yo solo tengo 20.000 años y estos
últimos los he pasado en esta «tranquila» playa de lo que ahora llaman Cataluña
y que antes solo era una parte de la tierra. Por lo menos eso es lo que dice la
historia.
Hablando de historia, recuerdo un día
que estuve en un congreso de historiadores, aquí cerca. Un soplo de viento me
llevó hasta el sombrero de una azafata y pude escuchar las tonterías que decían
aquellos sabelotodo. Me di cuenta de que los hombres se inventan cosas para
buscar un sentido a sus vidas, en vez de vivirlas y punto. Se inventan países y
los que viven allí se creen dueños de ese territorio porque sus antepasados
estuvieron allí hace 500 años o incluso menos. Se inventan sentimientos
patrióticos, para tener algo de lo que sentirse orgullosos, en vez de sentirse
orgullosos de ser humanos. Se inventan formas de comportamiento en vez de
comportarse de una forma natural e instintiva. Toda su vida es un invento y no
saben aprovechar su inteligencia. Se escudan en la historia... ¡Qué sabrán
ellos de la historia!... ¡Que le pregunten a un grano de arena de 300.000 años!
¡Él sí que sabe lo que es la historia! Además, la historia del hombre se reduce
a contar grandes conquistas, grandes batallas, grandes guerras, grandes
hombres... ¡Qué gracia! ¡Los grandes hombres de la historia! Seguro que la
mayoría de ellos eran unos verdaderos hijos de puta: políticos, militares,
reyes, emperadores, descubridores, mercaderes, eruditos... ¿Qué coño sabe nadie
del rey Jaime no sé cuántos?... A lo mejor era un cerdo al que lo único que le
importaba era el poder y que asesinaba a quien osara hablar mal de él.
Seguramente luchaba en beneficio propio y no en beneficio de la comunidad (me
jugaría 5.000 años de mi vida).
Ya sé que la opinión de un grano de
arena no vale nada para el todopoderoso hombre (que lleva cuatro días aquí y ya
se considera el dueño del mundo), pero si los granos de arena nos tuviéramos
que guiar por la historia de nuestros antepasados, las playas estarían llenas
de rocas formadas por millones de granos de arena que, en su afán de ser más
poderosos, se convertirían en piedras inertes y artificiales. Lo único que me
consuela es que un simple grano de arena en el ojo de un humano le saca de
quicio, una fuerte tormenta inunda sus ciudades, un terremoto destroza sus
puentes y se traga su prepotencia, un virus microscópico puede acabar con su
vida y ellos sin enterarse... Joder, vaya discurso... Perdón.
Bueno, el caso es que llegué a Hawái
en el estómago de un pez espada que me defecó cerca de las playas de Honolulu.
Estuve 30 años allí hasta que me quedé enganchado en el interior de la uña de
un mejicano que era un poco guarro. Llegué a Ciudad de Méjico y estuve instalado
allí, en su asquerosa uña, tres meses… hasta que, por fin, el tipo se decidió a
ducharse y caí de nuevo por las alcantarillas…
Tres años más tarde llegué al Caribe
en el interior de una langosta y más tarde, a Europa en un barco pesquero que
se dedicaba a la exportación de marisco. Hicimos el viaje en un congelador. La
langosta se quedó tiesa. Me dio un poco de pena verla morir congelada, parecía
una buena langosta. A mí me daba igual ir en un congelador o ir en un saco de
patatas, lo único que quería era llegar a una playa tranquila en algún lugar de
la tierra lleno de simpáticos granos de arena, charlar con ellos, contarles mis
aventuras, disfrutar del sol y de la lluvia, y entrar y salir del agua con
alguna ola sin que ningún grano de arena me dijera: «¡Esta ola es mía! ¡Este es
mi territorio! ¡Mis abuelos ya se bañaban en esta playa!».
Y aquí estoy, a pie de chiringuito,
oliendo a pollo frito y esperando hacer otro viajecito un día de estos. Igual
dentro de 10.000 años, quién sabe.
"Un buen discurso es aquel que presenta lo que somos y no lo que pensamos, y tu amigo sencillamente has dado en el clavo. Si existe alguna revolución es aquella que tiene la reflexión sobre el punto de mira, lo demás en simplemente vanidad.". jjmgonzalez@yahoo.es
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