lunes, 3 de enero de 2011

El bocadillo de queso


Aquel día tenía hambre, como todos los días. Recordé que no tenía apenas nada en la nevera y pensé en bajar a comerme un menú en el bar de Jacinto. Hacían buenos menús y era bastante económico, pero estaba trabajando en el segundo capítulo de “El perro mas listo del mundo” y me quedé a continuarlo pensando en comerme un bocadillo rápido un poco más tarde... Alguien llamó desde la calle... Seguramente sería alguien que quería llenar los buzones de publicidad y, como no esperaba a nadie, pasé de levantarme. Estaba enfrascado en una parte del cuento muy interesante y no quería perder la concentración de lo que estaba escribiendo. Era una parte en la que el perro presidente (que, de momento, era un pastor alemán) nombraba a un San Bernardo ministro de sanidad...

 Al rato me levanté, fui a la cocina y abrí la nevera y lo único comestible que encontré fue un pedazo de queso manchego... Tenía pan de ayer... Estaba un poco duro, pero una vez abierto lo rocié con aceite de oliva y le puse el queso. Estaba a punto de hincarle el diente cuando se me ocurrió ponerle un poco de cebolla cortada muy fina, un poco de orégano y meterlo en el horno para que estuviera más apetitoso. Mientras calentaba el bocadillo me acordé que tenía un frasco de bonito del norte en aceite con una pinta cojonuda. Me la trajo Gorka, un amigo de Bilbao que vino la semana pasada a pasar unos días en casa y ya no me acordaba. A Gorka le encanta comer y siempre que viene me trae cosas buenísimas de Euskadi... Me puse un buen trozo en un plato... También abrí una lata de olivas rellenas de anchoa y otra de pimientos del piquillo al ajillo... El bocadillo salió del horno bien tostadito, con un olor penetrante y un colorcito muy sugerente... Se me empezaba a hacer la boca agua y empecé a comer con unas ganas increíbles... Ummm... que hambre...

De pronto en la calle se escucharon sirenas y mucho alboroto. Me asomé al balcón y vi que al otro lado de la calle se había declarado un incendio de considerables proporciones. Tres camiones de bomberos, policía y gente pululando alrededor... bueno... molestando alrededor. Un policía estaba gritando a la gente para que se apartara pero a mí me dio la impresión de que lo que querían era coger un buen sitio para poder ver bien el espectáculo.

Como yo no podía hacer nada, acabé de comer y seguí escribiendo mi relato... aunque era difícil concentrarse con todo ese follón en la calle y decidí descansar un poco en el sofá mientras releía lo que había escrito hasta ese momento... Al cabo de tres o cuatro folios me dormí profundamente...

... Soñé que salía a la calle, me encontraba con aquel incendio y, sin pensármelo dos veces, entraba en el edificio en llamas salvando la vida a toda una familia y me convertía en una especie de superhéroe. Salía de allí llevando agarrado al padre bajo el brazo derecho, la madre bajo el izquierdo, tres niños colgando del cuello, un gato enganchándose con sus uñas a mis pantalones y un loro volando como loco a nuestro alrededor. Cuando llegaba a la calle todo el público aplaudía con entusiasmo. El jefe de policía, que era un perro “mil leches”, me saludo efusivamente y la prensa no paraba de hacerme fotos. Al día siguiente los periódicos sacaban mi foto en portada saliendo del edificio medio chamuscado con la familia a cuestas. Era una foto impresionante.
Mas tarde el perro presidente me condecoraba con una medalla, que en realidad era un queso manchego, y un diploma que tenía forma de barra de pan...

Allí estaban todos los cargos del gobierno perruno:

Un galgo, ministro de deportes, un doberman, ministro del interior, un caniche, director general de la televisión estatal, un yorkshire, ministro de exteriores, un bulldog, ministro de defensa, un gran danés, ministro de obras públicas, un pastor belga, ministro de agricultura... Así hasta cuarenta cargos. Cuando desperté quise recuperar el sueño para acordarme de todos los ministros para utilizarlos en mi novela, pero solo logré rescatar unos cuantos... Es lo que pasa con los sueños.

Me hice un poco de café para despejarme un poco... Aunque el otro día leí por ahí que eso es un cuento, que el café ni espabila ni nada... La verdad es que no se aclaran, cada día sacan una noticia nueva. También leí hace poco que la piel de la berenjena produce cáncer... Si tuviésemos que hacer caso de todo lo que escriben en las revistas nos volveríamos tarumbas...

... Salí al balcón a tomarme el café para ver cómo iba lo del incendio. Ya se había marchado casi todo el mundo, solo quedaba un hilillo de humo  saliendo de una de las ventanas del edificio y un par de bomberos vigilando que las llamas no volvieran a aparecer.

Por la noche, en las noticias, hablaron del incendio. Había sido producido por un cortocircuito en el garaje. 15 heridos y cinco personas de una misma familia habían fallecido al intentar escapar por la escalera...

... Intenté seguir escribiendo pensando en la idea de los perros ministros pero fue imposible, la cabeza se me iba y no se me ocurría nada interesante. Estaba anocheciendo y salí a dar un paseo. En la calle, los últimos bomberos abandonaban el lugar del incendio y una señora se santiguaba al pasar por delante del portal del edificio. De pronto se asomó un loro por una de las ventanas del primer piso. Parecía herido y no se atrevía a saltar. Hizo un par de intentos y al final se decidió... Intentó volar agitando sus alas, pero solo consiguió aterrizar aparatosamente frente a mí. Lo recogí del suelo y lo acurruque en mis manos. Tenía las alas chamuscadas y una pata rota. Lo llevé a casa...

... Me costó mucho dormir aquella noche. Cuando lo había conseguido y estaba profundamente dormido me desperté bruscamente... Era el loro que gritaba... “¡Papaaa, no puegdooo gespiraaarr!!... ¡Papaaa, no puegdoooo gespiraaarr!!... ¡Papaaa, no puegdoooo gespiraaarr!!...” 

A la mañana siguiente lo primero que hice fue llevar el loro a la protectora de animales.

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