Hay muchos tipos de enfermeras (en quince
años he tenido tiempo de saberlo). Hay algunas que realmente sufren por ti, y
me dan un poco de lástima porque lo pasan muy mal. Llegan por la mañana con
unas ojeras como plazas de toros y te miman como si fueses su hijo y cuando les
dices que quieres morir, te comprenden. Estuve a punto de convencer a alguna de
ellas de que me ayudara a acabar con mi vida, pero después no podía soportar
imaginármelas remordiéndose la conciencia continuamente. No me moriría
tranquilo.
Hay otras que van de duras, como si no
pasara nada. Es una estrategia que no funciona, aunque ellas piensan que sí. En
mi caso, por mucho que quieran crear un ambiente de normalidad, no lo
consiguen. Cuando eres consciente de lo que pasa, cuando llevas 5, 10, 15 años
en una cama, no hay quien pueda sacártelo de la cabeza. También intenté, sin
éxito, que una de ellas me ayudara, pero la mayoría me daba un sermón sobre la
existencia... «¡Qué sí... que lo sé!»... No hubo manera.
Las amargadas son las más difíciles de
aguantar. Esas sí que son deprimentes. No pueden aguantar su trabajo, pero tienen
miedo a dejarlo y no encontrar otro empleo. Han estudiado para ser enfermeras y
se agarran a ello como lapas. No hay más que mirarlas a la cara. Están deseando
salir de allí. No soportan su trabajo ni a los enfermos. Se agobian y te
agobian. También intenté que alguna de ellas me ayudara a morir, pero ni por
esas. «¿Quién, yo?... Solo me faltaba eso», decían.
Otras hacen bromas y cuentan chistes
continuamente. Se nota mucho que lo hacen un poco forzadas por la situación y,
aunque a veces me hacen reír, después aún me deprimo más rápidamente. Como
aquel día que me contaron un chiste donde un paciente le pregunta al doctor si
ya saben lo que tiene y el doctor le dice que tiene la enfermedad de Rochester.
El paciente vuelve a preguntar: «¿Y qué enfermedad es esa?». Y el médico le
contesta: «Aún no lo sabemos Sr. Rochester». A mí me hizo bastante gracia, pero
mi compañero de habitación, un paciente en fase terminal, murió al cabo de unos
segundos… Aunque quizá fue una casualidad.
A este tipo de enfermeras cuando les
pedía que acabaran con mi vida, se echaban a reír como descosidas. Me tomaban a
broma. Igual era porque tenía la cara medio agarrotada y se me había quedado
una media sonrisa tonta, igual era por eso, no lo sé.
Desde que estoy así, me encuentro
siempre en una especie de laberinto y sólo se me ocurre una salida: acabar de
una vez. Naturalmente, sin dramatismo. Morir y ya está. No estoy pidiendo la Luna.
A veces me siento una criatura de
ciencia ficción. Me gusta la ciencia ficción (iba a decir «me gustaba», pero
aún estoy vivo). En todo este tiempo he visto centenares de películas, he leído
montones de cómics (gracias a un mecanismo electrónico con el cual puedo pasar
las páginas) y he soñado mil veces que bajaba las escaleras del hospital convertido
en un mutante extraterrestre y escapaba con mi nave espacial en forma de
aspirina (¡eso si que sería ciencia ficción!).
Sinceramente, ya no estoy triste (aunque
pueda parecerlo). He llegado, incluso, a divertirme en esta cama. Simplemente
quiero morir. No es tan dramático. Cualquier animal al que le llega su hora se
va a un rincón y se muere. ¿Por qué no puedo yo?... «¡No te dejaremos morir
como un perro!», dice mi familia. Pero ¿qué pasa? ¿Que no tengo los mismos
derechos que un perro?
Cuando me dicen esto, siempre me
acuerdo de las películas del Oeste, cuando el caballo se rompía una pata
mientras cabalgaba por el desierto y caía al suelo. El John Wayne de turno le
pegaba un tiro para que no sufriera y todos los espectadores nos quedábamos
mucho más tranquilos pensando que era lo que había que hacer. ¡Qué suerte
tienen los caballos! Lo que más hago en esta cama es soñar. Tengo sueños de
todos los colores. He tenido sueños hasta con el Papa. Se me acercaba volando
enganchado por la espalda a un minizepelín, con una jeringuilla en la mano
derecha y un libro de cocina en la izquierda, y me decía: «Las recetas de Dios
son incalculables, come de su tarta»… Abría el libro y después me recitaba una
de esas recetas como si estuviese dando un sermón. Las había para todos los
gustos: San Jacobos al vino tinto, lentejas Urbi et Orbi, pinchos de Judas, judías
con hostias a la vinagreta, espaguetis Fumata Blanca, tripas de cura comunista
con salsa roja… Cada sueño, una diferente. Pero la que más me llamó la atención
fue la ensalada de carne estilo Burundi. No os digo los ingredientes porque
daban un poco de asco. Era un sueño, ya se sabe.
En algunos sueños elijo el verano para
morir. Es mi estación preferida. Imagino que me dejan en un bosque de pinos de
esos que dan a una playa con agua cristalina. Me gustaría morir ahí, tirado en
la playa, con las olas yendo y viniendo, y el sol en todo lo alto. Frío y
caliente. Seco y mojado. Resbalando, poco a poco, hacia el mar…
En mi caso, estar despierto es como
estar dormido y cuando duermo me siento más vivo. Cuesta explicarlo. Esta es la
sensación que me hace elegir la muerte como el único camino para mí. En el
sueño me puedo mover libremente, pero cuando despierto todo se limita a cuatro
paredes blancas. Bueno, la pared de enfrente tiene unos cuadros preciosos de
paisajes. A veces sueño que estoy despierto y me meto en los cuadros. Imagino
qué es lo que hay más allá del dibujo. Una vez, detrás de ese árbol, sí, el de
la derecha, vi a una mujer escondida… Y estaba despierto... Bueno, la verdad es
que no estoy seguro... Creo que intentaré dormir un poco...
Ah, se me olvidaba... No me he
presentado… Mi nombre es Manuel Eutanasio... Manolo para los amigos…
Buenas noches y hasta mañana... Supongo.
Que tal ¿ Como estás? Leí tu publicación y de ser cierta, dejame decirte que la muerte puede esperar, eso dejaría muy tranquila a tu familia y para ti que más da. Hay muchas personas que están en tu misma situación pero solos y aun así encuentran la fuerza para seguir, hazlo tu también. Como tu mismo dices el que te ayudarán a partir causaría daño al ejecutor y por otra parte tu eres libre, alimenta tu mente, tu alma e invierte los papeles, vive en tus sueños y duerme en tu vida. Animate no estas solo.
ResponderEliminarHola te entiendo totalmente,yo estoy enferma desde hace 2 meses y no sabian que tenia, fuimos con 10 doctores hasta que supimos que era , ahora me siento fatal y en depresion, al igual que a mis padres les estoy haciendo mas la vida imposible con mi actitud, haciendo llorar a mi madre cosa que se que no es bueno pero es inevitable no poder hacerlo, en fin lo unico que nos queda es echarle ganas,que mas da. Saludos y exito!!. No estas solo.
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