Todo era gris en las solitarias calles de
Detroit. Y tú estabas allí iluminando la noche con tu deslumbrante abrigo de
piel de leopardo. Esperabas un taxi. Yo te vigilaba. El taxi no llegaba y
empezaste a caminar tímidamente con aquellos exagerados zapatos de piel de
serpiente. Sus delgados tacones producían un sonido seco al golpear en el
asfalto. Yo cada vez estaba más cerca. Pasó un gato ronroneando a tu lado. Le
lanzaste una patada al pobre gato. Te asustaste y echaste a correr. Se te
rompió un tacón, tropezaste y caíste al suelo. Fue mi momento. Me acerqué.
Tenías que haber visto la cara que ponías cuando me viste apuntándote con mi
revólver… Solo dejé que me miraras un instante…
Hasta que vi tu bolso de piel de
armadillo…
—Respeta a los animales, hija de puta…
¡Bang!
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