Aquel día tenía hambre, como todos los días. Justo
cuando pensaba en qué hacer para cenar, me llamó Julia, una vieja amiga que hacía
tiempo que no veía… Me sorprendió mucho su llamada… Siempre que nos veíamos era
porque yo tomaba la iniciativa… y mi cerebro empezó a querer entender el porqué
de su llamada… Empecé a buscar en mis archivos de recuerdos... ubicar los datos
que conocía de ella… ¿Que problema podría tener para llamarme?… Porque seguro
que había algún problema… Estas llamadas siempre tienen un motivo… No son solo
porque le apetece que nos veamos… Algo había sucedido… Ella empezó a hacerme
las típicas preguntas: ¿Cómo estás? (bien)… Cuanto tiempo sin vernos (si,
mucho)… ¿Que es de tu vida? (bufff, a esta no supe que contestarle… ¿Qué
significa esa pregunta?)… Cuando ya estuvo todo dicho nos quedamos unos
segundos en silencio… y, sin pensármelo dos veces, la invité a cenar… Le dije: “Te
invito a una mariscada en mi casa”… No sé, me salió del alma…
… Y en el mismo momento en que dije “mariscada”, me
excité… El marisco me pone… y a Julia también… Me imaginé una bandeja gigante
llena de gambas, mejillones, nécoras, percebes, berberechos, cigalas… Una
botella de vino blanco fresquito… Y recordé el efecto que esa mezcla produce en
mi cuerpo… También pensé en los carnosos labios de Julia, en sus ojos almendrados,
en su forma de contarme la escena de su película favorita, en como se
transforma cuando bebe un par de copas de vino… Se le ponen las mejillas
rosadas y noto su calor a kilómetros de distancia… Me imaginé hablando con ella
durante la cena mientras arrancamos las cabezas de gamba absorbiendo todo su
jugo… ¡¡Chuuuiiigg!!... Consiguiendo otros ruidos sugerentes con los mejillones
a la marinera o los percebes. Un chorrito de limón en los berberechos a la
plancha, manoseando las cigalas, bebiendo el vino ceremoniosamente y dejando la
copa pringada de aceite de calamares al ajillo… Quizá estaría bien un poco de
pulpo a la gallega… No, eso sería demasiado fuerte… Pensé en algo más sutil… Quizá
una ensalada con aguacate con cositas por ahí flotando en la lechuga… Un tomate
aliñado con ajo… otra botella de vino… Por la comisura de sus labios le asoma
un bigote de gamba que le da un aspecto muy gracioso… pero no le digo nada… Las calorías empiezan a hacer su efecto y
empezamos a sudar… Ella se quita la blusa, se suelta la melena y se queda con
una minúscula camiseta de tirantes que le da un aspecto fresco y natural… Me
pasa la mayonesa y mojo una gigantesca gamba pelada… Me la meto entera en la
boca… Surge un “ummm” desde el interior del paladar… Ella dice “Qué rico todo”…
Yo contesto “Sííí”… y le digo que esta muy guapa… Ella me pide mas vino… Abro
otra botella… En el equipo de música están sonando los Doors… No sé muy bien
que tema es, pero produce un efecto sensual en el ambiente… Es una parte
instrumental… Parece que los músicos vuelan… y nosotros también… Un helado de
yogur con fresas sería perfecto para redondear la cena… Después un café, algún
licor… Fumamos un poco de marihuana que me regaló un colega la semana
pasada… No es demasiado fuerte y el efecto es muy relajante… Ella me comenta
que últimamente está un poco nerviosa a causa de un problema familiar y con esa
excusa me levanto… Instintivamente me acercó por detrás y comienzo a darle un
suave masaje en los hombros… “Aaah, si, gracias”, me dice… Yo le digo que esta
un poco tensa pero es mentira… En realidad la noto especialmente relajada… El
masaje se va convirtiendo poco a poco en caricia… Deslizo mis manos por su cuello
y más tarde me aventuro por el interior de su camiseta… Se me acelera el pulso…
Su corazón y el mío palpitan un poco más rápido… Rozo sus pezones suavemente
con mis manos pringadas de marisco… Ella tumba la cabeza hacia atrás… Le beso
el cuello, las orejas, los párpados… Le arranco un bigote de gamba que tiene
enganchado en la boca y se lo enseño atrapado entre mis dientes… Ella ríe… Yo
también… Nuestros alientos huelen a gambas y a vino… Me apetece pasar mi lengua
por sus labios lentamente abriéndome paso hacia el interior de su boca… Los
labios aceitosos resbalan el uno contra el otro y las lenguas tensadas se
entrecruzan como espadas en un duelo… De vez en cuando mordisqueo sus labios…
cada vez más intensamente… Giro la silla hacia mí… y quedamos cara a cara… Empiezo
a quitarle la camiseta y viajar hacia sus pechos… Sus pezones han crecido y empiezo
a acariciarlos rodeándolos con la punta de mis dedos… Bromeo apretándolos como
si fuesen interruptores… on… off… on… off… Ella vuelve a reír… Empieza a olerme…
a chuparme el cuello… a acariciarme por debajo de la camisa… En ese momento yo
ya estoy pensando en viajar hacia su sexo imaginando su sabor...
“¡Ey... ¿me oyes?... ¿Estas ahí?... ¿Me estas escuchando?!”... La voz de Julia me despertó de mis pensamientos…
“¿Qué?... Disculpa, es que no te oigo bien… Sí, ahora… ¿Qué decías?”... “Te
decía que si me puedes dejar el coche mañana... Tuve un accidente con el mío y
esta en el taller… Julián está de viaje y se llevó el suyo… ¿Te acuerdas de Julián?”...
Le dije que sí, pero en realidad no recordaba de quién era… Antes de colgar me
dijo que gracias por invitarle a la mariscada, pero que no podía venir a cenar esta
noche… “Si quieres mañana nos tomamos un café cuando me pases el coche”… me
dijo…
Le deje el coche a la mañana siguiente… pero no me apetecía
un café…
Tuve un día tonto… después de volver a casa y trabajar
toda la tarde en la novela El perro más
listo del mundo sin conseguir avanzar ni una línea, salí a la calle y me
encontré con María, una vecina de toda la vida que siempre me ha gustado. Cuando
éramos pequeños jugábamos con los otros críos… Estuvimos hablando un rato… Es simpática,
tiene una nariz muy graciosa, siempre va muy destartalada... Me gustan las
mujeres que visten así… Hablamos de cosas cotidianas, del día a día, del barrio
y de algunos recuerdos de críos… Es muy agradable… Llevaba unos pendientes
extravagantes que me hicieron sonreír… Eran dos gambas de plástico… Y de pronto
se me ocurrió preguntarle: “¿Te gusta el marisco?”.
No sé, me salió del alma.
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