lunes, 24 de enero de 2011

Un hombre cayendo al vacío en cámara lenta

Hola, soy un hombre cayendo al vacío en cámara lenta. No, no me he suicidado, ha sido un accidente. Hoy es domingo y yo no debería estar trabajando, pero tengo... bueno... tenía que terminar un reportaje sobre la contaminación en las grandes ciudades. Me pidieron unas imágenes desde el Empire State de Nueva York, pero estaba cerrado y tuve que buscarme otro rascacielos. La verdad es que iba con un poco de prisa. Quería pillar unas imágenes de la ciudad al atardecer, que siempre quedan bien, pero se estaba haciendo tarde. He subido al rascacielos y he montado la cámara antes de que el sol se escondiese totalmente detrás de los edificios. El problema ha sido cuando he querido coger un plano contrapicado desde un pequeño mirador sin barandilla. No sé qué coño he hecho, pero cuando me he dado cuenta, mi cámara y yo estábamos cayendo al vacío (bueno, si se le puede llamar vacío a una avenida de seis carriles abarrotada de tráfico... Ahora me doy cuenta de que no existe el vacío... Siempre te encuentras el suelo... Sería más lógico decir «subiendo al vacío»... Bueno, no sé, qué más da, el «morrazo» no me lo quita nadie). Lo más raro del caso es que estoy cayendo en cámara lenta... No me preguntéis cómo... No tengo ni idea.

Voy cayendo tan lentamente que a veces parece que estoy suspendido en el aire, pero no, los pisos van pasando… 30... 40... deben de quedar unos 50 todavía... A este ritmo me falta más de media hora antes de espachurrarme contra el asfalto... Qué muerte más rara.

Al principio me ha subido la adrenalina y he estado 10 minutos en el aire gritando como un cerdo. Creo que ya lo he gritado todo: ¡auxilio!, ¡socorro!, ¡aaaaaaaaa!, ¡ieeeeaaaaiiieee!, ¡me cago en Dios!, ¡mierda, mierda, mierda!, ¡la puta de oros! y otras exclamaciones por el estilo (de vez en cuando grito «Help!», por si acaso). Tengo tanto tiempo para gritar que ya no sé qué gritar. Ah, sí: «¡Por favor, que alguien me ayude!». (Sinceramente, grito tan despacio que no sé si estoy gritando o pensando).


Mientras va pasando el tiempo, me encuentro mucho más tranquilo. Bueno, todo lo tranquilo que puede estar alguien en mi situación (caer en cámara lenta desde un rascacielos no es algo fácil de digerir). Estoy cayendo con el cuerpo totalmente plano y noto en el cuerpo la presión del aire constantemente, como si un boxeador gigante me estuviera apretando la cara y el estómago contra el techo. Me siento como de cartón, como un sello de correo... aéreo... Como un bistec a la plancha... En fin, es como cuando te pegas un barrigazo en la piscina... Como vivir ese momento eternamente... Un escozor sin fin. ¡Joder, qué crudo! ¡Y todavía quedan 40 pisos! (Antes he dicho que me faltaba media hora para caer al suelo, pero ya no sé cuánto tiempo llevo flotando. Aquí el tiempo es tan relativo que le tengo que dar la razón a Einstein).

Mientras caigo, me parece que estoy en otra dimensión (la quinta o la sexta, por lo menos). Miro hacia abajo y todo se mueve exageradamente rápido… o, por lo menos, eso me parece a mí... He visto una ventana abierta y he echado un vistazo. Un tipo miraba la televisión sentado en el sofá (un sofá horrible, por cierto). He intentado llamar su atención, pero ni siquiera he podido comprobar en qué dimensión estaba; parecía tan incrustado en el sofá que no he tenido tiempo de ver cómo se movía, y eso que he levitado (digo «levitado» solo para variar) frente a la ventana un buen rato. Para mí que he estado unos veinte minutos, pero quién sabe, después de esto podría inventar una nueva unidad de tiempo... Lo único que me funciona a velocidad normal es el cerebro (siempre he pensado que el cerebro va por libre).

Casi sin darme cuenta, ha pasado la noche y está amaneciendo (a lo mejor es que me he dormido). Me quedan unos cinco metros escasos para llegar al suelo. Empieza a haber mucho tráfico y manadas de gente que se dirigen andando al trabajo. Andan, sí... pero a toda hostia. Esto me recuerda a uno de esos reportajes en los que todo va a mil por hora... Si tuviera mi cámara, lo filmaría. Estaría bien filmar tu propia caída de un rascacielos. Y, encima, con lo que está durando, podría venderla por capítulos. Pero mi cámara ya hace horas que ha caído (relativamente hablando, claro).

En fin, esto se acaba, estoy a dos centímetros del suelo y lo primero en tocar el asfalto es mi nariz. Se me va aplastando lentamente y noto cómo me cruje. Parezco un malabarista de circo aguantando todo su peso con la napia (qué postura más tonta). Noto el hueso de la nariz incrustándose en mi cara, las costillas rompiéndose. ¡Crrrrraaaaaaajjjjjgggg! (un «¡crajg!» larguísimo, eterno, diría yo). Poco a poco (cómo no), mis huesos se van separando de mi cuerpo... Como el estómago, el hígado y todo lo demás. Se está formando un gran charco de sangre a mi alrededor y estoy a punto de perder el conocimiento. Estoy hecho una piltrafa (no daré más detalles).................... C a s i     n  o     p   u  e  d  o .................. ni      p  e   n   s  a  a  a  a  r  r  r  r… $  / (  ) =  ¨ , ............. (¡Mm   i i   ee    rr   dd  aa!)......... ¿Eh?......... ¡Coño!......... ¿Qué pasa?........ ¡¡Me estoy recomponiendo!!... Todas las partes de mi cuerpo vuelven a colocarse en su sitio a gran velocidad. Voy… voy... voy hacia... hacia arriba... Es como si estuviera... ¿¿¿¿¡¡¡Estoy rebobinando!!!????

Me encuentro de nuevo en la terraza del rascacielos... ¡Esto es de locos!... Estoy totalmente desconcertado... ¡He vuelto hacia atrás!... Y no se me ocurre otra cosa que bajar pitando por las escaleras (por las escaleras, no vaya a ser que se joda el ascensor).

En la calle nadie parece haberse enterado de nada. Es como si todo esto nunca hubiera ocurrido. No hay manchas de sangre ni nada parecido. Mi cámara ha desaparecido. No hay restos esparcidos por la acera y yo no la tengo. Me estoy volviendo paranoico. Le pregunto a la gente si han visto a alguien caer del rascacielos en cámara lenta, pero enseguida me doy cuenta de que es una pregunta un poco tonta.

Se me ha ocurrido que a lo mejor el tipo del sofá ha visto algo y le he hecho una visita. No estaba. Una vecina me ha dicho que el dueño murió hace veinte años y que desde entonces no vive nadie... ¿Veinte años?... ¿En qué año estamos?... «En el 2034», me dice tan pancha. ¡Ahora sí que me río!... ¡Ja, ja!... ¡¡No jodas!!... ¡Je, ja, ja, je!... Empiezo a pensar que todo esto es una broma.

He vuelto a subir al rascacielos y me he lanzado al vacío (bueno, si se le puede llamar vacío a una avenida de seis carriles abarrotada de tráfico. Ahora me doy cuenta de que no existe el vacío... siempre te encuentras el suelo... Sería más lógico decir «subiendo al vacío»... Bueno, no sé…).

La próxima vez me traigo un reloj.





3 comentarios:

  1. Joder¡¡¡ que buenos recuerdos de la primera vez que leía este texto escuchando el IN LAIF.


    Un saludo

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  2. Es genial, Dani!! Mi enhorabuena.

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  3. Muy bueno este relato, Dani.

    Un saludo desde Canarias ;)

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