lunes, 17 de enero de 2011

Una hormiga


Hola, soy una hormiga. Estoy metida en una misión suicida al mando de un ejército de 300 hormigas. Tenemos que conseguir introducirnos en una bolsa de basura que hay en la cocina del vecino y trasladar unas vísceras de pollo hasta el hormiguero que tenemos bajo la higuera que hay en el huerto de la vecina de Günter Himmler, el Osso Hormiguero.

Antes de salir nos hemos encomendado a la Virgen de la Antena y la despedida con nuestros familiares ha sido especialmente emotiva, organizando una comida de hermandad compuesta de miel, migas de pan seco con aceite de oliva y sangre de cerdo coagulada. He tenido que dar un discurso de despedida y después hemos cantado el Himno de la Hormiga: «¡SOMOS VALEROSAS, SOMOS MUY PEQUEÑAS, SOMOS HACENDOSAS, SOMOS CARROÑERAS!»… Dicen que estas cosas dan ánimo en un momento así, pero a mí me parece que mis compañeras están más acojonadas que antes. He intentado levantarles la moral, pero todas están pensando que en la cocina de Günter Himmler van a morir. Las estadísticas así lo indican. Solo un 10% ha salido con vida de una misión parecida y lo que cuentan los supervivientes pone las patas de gallina: insecticidas de efecto instantáneo, pisotones con botas militares, charcos de lejía, trampas con comida falsa envenenada, etc.

El primer paso es subirnos a la higuera hasta la altura del muro que separa los dos patios. Hay que tener mucho cuidado con las arañas saltarinas. Normalmente comen moscas, pero cuando tienen hambre no tienen manías.

Ya estamos en el muro. Utilizo mis antenas al máximo de potencia para detectar el peligro. Bueno, de momento, el ficus por el que tenemos que bajar sigue ahí y también está Sissi, la gata de Günter. No es especialmente peligrosa, pero si le pega el punto, es capaz de montarnos un numerito (de hecho, el último comando que lo intentó no pasó del patio gracias a la dichosa gatita).

Después de meditarlo un rato he decidido que lo mejor será bajar por la pared. Es mucho más peligroso. La pared es blanca y eso nos delata fácilmente, pero el ficus está demasiado concurrido. Hay otras hormigas, muchas telarañas y unas libélulas sospechosas. Creo que son espías de otro hormiguero (hay que tener mucho cuidado, cuando se divisa un botín con vísceras de pollo tienes que guardar el secreto, si no, otros comandos podrían arrebatártelo).

Ya estamos en la ventana de la cocina. Es el momento de decidir la estrategia. Mis compañeras están un poco nerviosas. Quince de ellas han desaparecido por el camino. Creemos que han desertado y eso podría ser peligroso… Si las libélulas consiguen capturarlas y se enteran de nuestra misión, podrían avisar a otro hormiguero. No hay nada peor que una batalla entre hormigas. Es preferible morir a manos de Günter.

He divisado la basura. Ahí están las vísceras de pollo. Son recientes y de muy buena calidad. Podrían durarnos todo el invierno si las administramos bien. El suelo es oscuro y eso nos facilitará la tarea. Hay antiguas ranuras construidas por nuestros antepasados que dan directamente al suelo de la cocina. El único problema es que estén impregnadas con insecticida, aunque estamos entrenadas para aguantar la respiración durante dos minutos. Todo depende de nosotras.

Ya veo la luz del otro extremo de la ranura. Parece que va a ser fácil llegar... Me asomo con sigilo. La basura está solo a medio metro y parece que no hay nadie cerca… ¡ADELANTEEE! Subimos el cubo sin demasiados problemas, aunque algunas compañeras sin experiencia resbalan constantemente con el borde de la bolsa de basura. El contenido del cubo es superbrutal. Además de las vísceras, hay un trozo de brazo de gitano de trufa podrido impresionante, dos rebanadas de pan de sándwich untadas de mayonesa agria que quitan el hipo, media salchicha de Frankfurt con kétchup y... Pero... ¡oh, no!... ¡Es Günter Himmler, el Osso Hormiguero, apuntándonos con un espray de Formigator Ultra! ¡¡LA VIRGEN DE LA ANTENA!!... ¡¡¡RETIRADAAAA!!!... ¡NOS HAN ALCANZADO!... ¡¡AGUANTAD LA RESPIRACIÓN, TENEMOS DOS MINUTOS!!

Hemos conseguido escondernos debajo de la lavadora, pero nos queda poco tiempo... No se me ocurre nada... ¡Estamos perdidas!... Günter se acerca para rematarnos. Es el final… ¡CANTEMOS, HORMIGAS! ¡SOMOS VALEROSAS, SOMOS MUY PEQUEÑAS, SOMOS HACENDOSAS, SOMOS CARROÑERAS!...

De repente se oye un extraño ruido: ¡¡SPATACROOCC!!...

¿Qué pasa?... Günter se retuerce y grita... Parece como si alguien le hubiera pegado una patada en los testículos... Cae al suelo... Sigue gritando... Tengo que tomar una decisión, la vida de (300, menos 15 desertoras)... 285 hormigas depende de mí... ¡Aprovechemos para escapar por la ranura, rápido!... Pero... ¿Qué habrá pasado?... ¿Eh?... ¡Algo le sale a Günter de la bragueta!... Parece... que… es... es… ¡¡ES LA HORMIGA ATÓMICA!!... ¡LA HORMIGA ATÓMICA NOS HA SALVADO!... ¡LE HA PEGADO UNA SUPERPATADA EN LOS COJONES Y NOS HA SALVADO!... ¡BIEEEN!...

            —¡Bieeen!... ¡Nos ha salvado!…
            —¿Carlitos?... Despierta, Carlitos...
            —¿Eh?... ¡La hormiga... atómica!...
            —¡Carlitos!... ¡Estás soñando, despierta!...
            —¿Eh?... ¿Cómo?... ¿Cuándo?... ¿Qué?... ¡Oh, mamá!... He soñado que era una hormiga y...
            —¡Venga, despierta que tienes que ir al colegio! ¿No tenías hoy un examen de alemán con ese profesor nuevo?... ¿Cómo se llama?... ¿Kanter?... ¿Custer?
—Himmler, mamá, Himmler. 


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